En la práctica esgrimística eficiente, como actividad didáctica que es, se requiere que el docente se vuelque con el alumno, dando ejemplo de entrega y de capacidad de sostener el sacrificio. Sin embargo, sin el esfuerzo del alumno, ningún trabajo del docente tomaría forma, pues se perdería en la ignorancia incurable de aquel que no está dispuesto a aprender.
Es por ello que hoy estoy escribiendo estas líneas, pues tratan de un hombre, capaz de desenvolverse con soltura en el medio más complicado que puede desenvolverse cualquiera, que no es otro que la vida diaria.
Recuerdo cuando aún lejos de la edad necesaria para ingresar en la Academia, Ricardo Ruiz manifestó su interés de pertenecer a esta. Fue un tiempo después cuando, cumpliendo su compromiso de comenzar, volvió a contactar, siendo ya mayor de edad y haciendo gala de coherencia.
A día de hoy puedo dar fe de la fidelidad de Ricardo, materializada en la constancia, pese a las dificultades de la distancia. Es por ello, que he de confesar que por su veteranía ha influido de una manera inconmensurable en lo que es hoy la Esgrima Láser, la Destreza Laserina y la propia Academia. Sin duda, sin él y sin su sencillez, la entidad no sería la misma, y por ende, tampoco seríamos iguales ninguno de los que en ella nos desarrollamos.





